Foto 5. Este iba a ser mi gran triunfo artístico del día: un grupo de familia ideado por los padres, en el que se combinarían lo doméstico y lo alegórico. Se pretendía que el bebé apareciera en el momento de ser coronado de flores mediante los esfuerzos comunes de los otos niños, dirigidos por las admoniciones del padre y bajo la supervisión personal de la madre; y combinar con éste el simbolismo secundario de «la Victoria otorgando su corona de laurel a la Inocencia, con la Decisión, la Independencia, la Fe, la Esperanza y la Caridad colaborando con la donosa tarea, mientras la Sabiduría contemplaba la escena con benevolencia y sonreía aprobatoria». Tal era, digo, la intención; el resultado, para cualquier observador carente de prejuicios, se prestaba a otras interpretaciones: que el bebé padecía un ataque epiléptico; que la madre (sin duda por alguna noción errónea de los principios de la anatomía humana) pretendía aliviar al bebé aplastando al coronada cabeza de éste contra su pecho; que los dos niños, advirtiendo que su hermanito estaba condenado a una inmediata destrucción, le arrancaban mechones de pelo como recuerdo del fatal acontecimiento; que dos de las jóvenes, mientras aguardaban su oportunidad de trasquilar al bebé, estrangulaban a la tercera; y que el padre, abrumado por la extravagante conducta de su familia, se había asestado una puñalada y buscaba un lapicero para redactar un memorándum justificando su conducta.