-Bueno, se sentirán bastantes decepcionados, eso es todo -dijo Harry, palideciendo-, y mi prima Amelia…

-¡No digas más! –exclamé con entusiasmo-. Iré.

Y, como en ese momento llegaban mi ómnibus, salté a su interior y me alejé en el traqueteante vehículo antes de que Harry pudiera recobrarse del asombro causado por mi cambio de modales. Así que ya está decidido, y mañana voy a ver a Amelia, y… Oh, Destino, ¿Qué me tienes reservado?

24 de agosto, miércoles

Una mañana magnífica. Hice mi equipaje a toda prisa; afortunadamente, sólo rompí dos o tres frascos. Llegué a Rosemary Villa cuando sus moradores iban a sentarse a desayunar. Padre, madre, dos niños en edad escolar, un compañeros de éstos y el inevitable bebé.

Pero, ¿Cómo describir a la hija? Las palabras son inútiles; sólo una calotipia podría hacerlo. Su nariz ofrecía una hermosa perspectiva; su boca tal vez requería el menos escorzo posible; las exquisitas medias tintas de sus mejillas hubieran impedido advertir cualquier otro defecto; y el brillo de la luz en su barbilla era (fotográficamente hablando) perfecto. Ah, que foto habría obtenido si los hados… Pero me estoy anticipando a los hechos.

También se hallaba presente un tal capitán Flanaghan.

Me doy cuenta de que el párrafo anterior es ligeramente abrupto. Sin embargo, al llegar a este punto, he recordado que el muy imbécil se creía efectivamente comprometido con Amelia (¡mi Amelia!), y me ha dado una sofoquina y no he podido seguir adelante. Su figura, lo admito de buen grado, era correcta; e incluso alguien podría haber admirado su rostro. Pero, ¿Qué son una figura o rostro sin sesos?

Mi propia figura acaso tiende un poco a la robustez; y en cuanto a mi estatura, no soy una de esas jirafas con uniforme… Pero ¿por qué describirme? Mi fotografía (hecha por mi mismo) es evidencia suficiente para el mundo.