Historias en tránsito

 

© Fotos: Josep Echaburu. Texto: Gloria Bosch (Directora de arte de la Fundación Vila Casas).

La casualidad de un descubrimiento que te golpea dentro del tránsito vital de la ciudad siempre sorprende, sobre todo ahora donde lo más dificil es encontrar imágenes que te puedan atrapar. Fue así, por azar, en uno de estos paseos urbanos, donde ví sus fotografías por primera vez.

En un primer momento, aparecieron como una coincidencia en la manera de desvelar aquello visible y me conmovió aquella forma de mirar que actúa como un espejo efímero de nuestro tránsito cotidiano, un concepto que me atrae y me agrada explorar. Sus imágenes me impactaban porque me permitían reconocer y entrar en el carácter relacional de nuestro movimiento existencial.

Después valoré la técnica, me di cuenta que si unimos los recursos visuales con la profundidad anímica de cada juego de miradas y de cruces, si imaginamos este mundo tan cercano que se esboza en cada ventana del autobús o en el reflejo de unos vidrios que actúa como desdoblamiento hacia un interior para diluirse en la sombra genérica del paso de los días, obtendremos una metáfora de nuestra vida, siempre en tránsito, de la misma manera que la referencia al movimiento de un instante produce la extrañeza de un compartir sin complicidad, donde la incomunicación se disuelve en la distancia.

Visualmente el vidrio de una ventana móvil abierta a la ciudad permite encuadrar el efecto de un desplazamiento donde, en el medio de la transparencia y el reflejo, se superpone la nitidez de un gesto o de una mirada aislada, pero la movilidad y el cruce no resuelven la soledad, el aislamiento de los personajes... Incluso cuando aparecen juntos, la compañía es distante porque la composición dibuja y recorta las emociones independientes de estas vidas en tránsito que viajan con la mirada perdida y protegida por un vidrio. El marco de sus ventanas delimita y establece a la vez diferentes niveles de profundidad, entre la claridad de un rostro en primer término y la absorción del exterior que se pierde en los planos internos, dos tránsitos que se encuentran en diferentes direcciones, donde el reflejo nos aboca a la sombra y a los pliegues visuales que construyen los tiempos de unas imágenes que están entre la aparición y la desaparición, como diría Berger.

Cada imagen de Josep Echaburu se convierte en un palimpsesto de la contemporaneidad tanto en el tratamiento como en la forma, donde la escena al margen de desvelar las vidas en tránsito, la fragilidad de un cruce anónimo y efímero se nos presenta como una pizarra que dibuja unas formas de vida en constante proceso de construcción.