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Textos: Diferentes autores
Fotos: @ Eduardo Ruigómez
© Eduardo Ruigómez
Placer Solitario
Susan Bright, en su estupendo libro Fotografía Hoy, afirma rotunda: “la fotografía ha contribuido a configurar el arte de finales del siglo veinte: en el siglo veintiuno, ha empezado a dominarlo”. El hecho, como muy bien destaca Bright, de que numerosos fotógrafos hayan pasado a ser considerados “maestros contemporáneos” y sus trabajos extensamente mostrados por galerías y museos de enorme prestigio, no cabe duda de que constituye una evidencia del punto de inflexión en el que ha entrado la fotografía. Naturalmente, algo, y mucho, tiene que ver al respecto la enorme versatilidad del medio fotográfico, su facilidad para encaminarse por distintos derroteros, su éxito incontestable como medio de representación, fijación y expresión de las múltiples realidades que nos rodean.
La facilidad creciente de acceso al medio, la capacidad que está demostrando de reinventarse así mismo, la constante oportunidad que ofrece a los no profesionales para alzarse como meritorios contemporáneos, son elementos que levantan recelos y suspicacias en algunos y genera devoción y un enorme magnetismo para muchos. No sé si es conveniente trazar una analogía entre lo que ocurre con la música culta y la música popular por un lado y con las artes visuales tradicionales (pintura, escultura) y la fotografía por otro. Es quizá la fotografía, por todo ello, y en particular por lo abundante y diverso de su público y
autores, una de las formas de arte en las que más necesario puede resultarnos el desarrollar mecanismos que nos ayuden a diferenciar el grano de la paja, sea lo que sea que para cada uno de nosotros signifiquen el grano y la paja.
Superada la barrera de tener que saber leer una partitura, la música popular contemporánea, desde el jazz o el flamenco hasta los movimientos musicales más espontáneos y de más escaso interés y recorrido, desde la música experimental hasta la música de raíces más tradicionales, ha creado su propio universo musical, en general y salvo ocasionales intrusiones mutuas, suficientemente diferenciado del de la música culta (y por lo tanto ambos liberados en lo esencial de las competencias fraticidas). La fotografía es pues ese medio de expresión artística popular en el que la técnica no necesariamente es imprescindible, en el que el impulso artístico puede expresarse con más espontaneidad, en el que coexisten lo experimental y lo convencional, en el que todo y todos caben. Incluso publicaciones del medio que, en general, podemos considerar como vocacionalmente clásicas, como la británica Black&White Photography, dedican espacios a lo que consideran las vanguardias de la fotografía popular, como las cámaras integradas en los teléfonos móviles, para estupor de algunos de sus lectores.