Los últimos esquiladores

 

   © Fotos y Texto: Katy Gómez Catalina.

"Espaldas encorvadas, sudor y polvo. Duro trabajo milenario para despojar al ganado de su preciado vellón. Durante cinco siglos la lana española monopolizaba los  mejores mercados europeos y cotizaba en la bolsa de valores de Amsterdam, constituyendo la principal fuente de divisas para el reino. Del glorioso pasado a la situación actual en la que la lana se ha depreciado hasta convertirla en un subproducto sin valor. Una materia prima natural, renovable, reutilizable y biodegradable que languideció a medida que las fibras sintéticas derivadas del petróleo hicieron su aparición.

En junio, las cuadrillas de esquiladores se desplazan hasta las majadas andaluzas. Trabajan sin descanso, uno y otro día hasta completar la temporada. La jornada comienza al amanecer, cuando el macho castrado (manso) hace de reclamo para conducir los lotes de ovejas que van a ser esquiladas. Todos conocen su cometido, con destreza y a una velocidad frenética, los lanceros traban y tumban en el suelo a los ovinos hasta despojarlos de su preciado vellón. Sacos llenos de lana que hace tiempo dejaron de tener valor. La jornada termina con un contundente almuerzo, entre risas y anécdotas, que alivian la dureza del oficio. Así se vuelve a renovar una práctica milenaria que se extingue al mismo ritmo que las ganaderías autóctonas ligadas a la tierra. Una cultura derrotada y la desaparición de un oficio y una forma de vida que hizo próspera a España. En muchos lugares ya solo quedan rescoldos, cortijos precintados por zarzales y el olvido”.