Miradas adentro

 

   © Photos: Mónica Murillo; Text: Ángel M. Castillo de las Peñas

INSTROSPECCIONES.

Mirar hacia adentro como rasgando las entrañas. Acariciar el cristal con el susurro leve de nuestros alientos.

Pueden llamarse sombras procedentes de la luz fuerte del exterior, siluetas desdibujadas en el cristal. Vaho que abraza al espejo mientras se deslizan gotas de agua como lágrimas. Lágrimas como las mías.

En mí yace la paz. Y la incertidumbre. No saber cuándo volveré a la calle, con ella.

Con mi cámara.

Capto el yo. Ahora capto el yo.

El silencio.

A través de mis fotografías. El retrato de la soledad, quizás de la desazón. Del ahora.

Capto lo que no se ve, lo que no se dice. Lo que no se imagina.

Aparece una sombra, una mano a través del cristal. Mirando hacia afuera. Mirándonos adentro. La fotografía está acariciando el alma.

La cámara me desnuda. Por fuera. Por dentro. Y en el silencio, jadea con su tintineo cuando hago otra foto.

Observo las figuras humanas de la casa, de mi casa. Mi familia.

Y las abstractas.

Su interior.

La inexistencia del ruido.

Y miro hacia afuera. Tras la cortina. Tras la ventana. La luz.

La cámara sigue jadeando, viva, observándolo todo.

La luz de la persiana deja sombras felinas. Como los animales salvajes que corren fuera.

Pero estoy dentro. Muy dentro de mí.

Y el gato escapa de su sombra escaleras abajo.

Como la mujer esquiva que evitaba mi retrato en la calle.

Echo de menos el exterior. Las miradas intrusas a través de mi cámara en la multitud. El bullicio.

Pero miro hacia adentro. Capto el silencio, el interior. Introduciendo mi cámara en el corazón de la casa. En su alma.

Jamás pensé mirar tan adentro. Captar tan adentro. Fotografiar tan adentro de nosotros.

La fotografía siempre alcanza el alma humana. Mirando muy adentro. Donde nadie llega.

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