Cada noche una lágrima de huesuda y alquitranada esperanza le hacía soñar con aquellas tenues luces que llevaba observando por su ventana desde hacía ya demasiado tiempo. Un éxodo de oscuros besos retardados no sólo en el tiempo, sino también en la amargura de su cielo ya olvidado. Auténtico veneno, pan de cada uno de sus días.
Encendió un cigarro sin preguntar nada a nadie, y el humo que con él se consumía se fue apoderando lentamente de sus ojos, de su cintura, y de sus delgados tobillos.