Interior Mina

Idea y Fotos: © Jerónimo Rivero
Investigación y Textos: ©Thomas André Prola

  • "Cada mita (jornada de trabajo) tengo la certeza que en el interior de la mina no hay vida, como tampoco hay muerte. En la mina se vive la muerte y se muere la vida. Somos irremediablemente otra forma de existencia. Ni vida, ni muerte".
  • Cada día, miles y miles de trabajadores mineros en el mundo bajan a laborar bajo la tierra. Esta es la historia de un día de trabajo en el interior de explotaciones mineras (cooperativas) del Departamento de Oruro, Bolivia.

  • Los Andes se abren en dos ramales, formando el altiplano boliviano, inmensa llanura dorada barrida por el viento helado de los 4000 metros. Como islas en medio de este mar de tierra, surgen cerros de piel arrugada y verde, con cicatrices rocosas quemadas por el sol. Las colinas albergan en su seno gran parte de la materia prima de la historia económica y social de Bolivia: plata, estaño, plomo, zinc, etc., mineral extraído desde tiempos de las civilizaciones precolombinas y que marcaron el destino de una nación entera. Hoy el departamento de Oruro, donde se realizó este trabajo, sigue siendo una importante zona minera.
  • Durante la colonización, los españoles convirtieron los pueblos andinos en mitayos, campesinos sometidos al trabajo forzado en la mina. Alrededor de éstas se fueron formando las comunidades mineras que aún hoy persisten.
  • Durante muchos años la mayoría de los yacimientos del país fueron administrados y explotados por la empresa minera estatal (COMIBOL), pero en los años 80 del pasado siglo, esta quebró y se ocupó únicamente de los yacimientos más productivos, abandonando las explotaciones mineras de menor valor potencial y dejando, por tanto, a miles de mineros en la calle.
  • La falta de fuentes de empleo motivó a los mineros a organizarse y formar cooperativas que facilitaran la recuperación de los yacimientos abandonados. Hoy, el 81% de estos obreros trabaja en este tipo de organizaciones. Ahora bien, dependiendo de las cotizaciones internacionales del mineral, los trabajadores mineros cooperativistas pueden llegar a ser unos 80 mil, es decir, que aproximadamente 1 de cada 100 bolivianos y sus respectivas familias vive de esta forma de trabajo.
  • Son pocos los que pueden y saben entrar en la mina. Se trata de un espacio de trascendencia, es decir, del mundo del cielo al universo del subsuelo. Lejos del sol y tan cerca del brillo mineral, el hombre construyó un mundo adaptado a la vida en el subsuelo. Las galerías mineras cuentan con puentes, chimeneas para el aire, suelos de vigas, lugares para el descanso: precauciones técnicas que garantizan el trabajo.
  • Se organizan en cuadrillas de entre 2 y 6 hombres. Cada una trabaja en un lugar específico de la mina, denominado por ellos “paraje”. A través de su particular naturaleza y su larga historia, el trabajo minero ha ido cimentando una cultura propia y única; con creencias, ritos y mitos, que son practicados hoy en día por los mineros bolivianos, quienes otorgan al subsuelo sus propios dioses y espíritus con los que conviven diariamente. El peligroso universo minero está marcado por ritos y ofrendas, que recuerdan la convivencia y el intercambio necesario con señores paganos, cuyos orígenes se perdieron con los primeros trabajadores del socavón.
  • En los pasillos de la vieja (así le llaman a la mina), los mineros trabajan por su sustento diario bajo la mirada burlona del dueño de la mina, el Tío: Estatua de barro con fisionomía humana y cuernos de diablo, a quien los mineros veneran y ofrendan diariamente hojas de coca, alcohol y cigarros, las cuales representan una relación contractual con los dioses para recibir su protección. En el mundo del subsuelo, los dioses deciden el futuro de los mineros: La creencia popular sostiene que el Tío fecunda a la Pachamama (madre tierra) para producir mineral.
  • Los dioses se complementan y existe una continuidad entre la cosmología minera y las creencias del campo: ambas perciben al subsuelo como un mudo salvaje, peligroso y lleno de riquezas.