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Crónica China-París

Fotos y textos: © Cédric Spilthooren

 



Trabajo fotográfico basado en la diversidad de la comunidad china de París y suburbios.

Este trabajo fue iniciado en 2007 mostrando una serie de retratos y entrevistas que relataban el camino seguido por diferentes inmigrantes y las razones que los llevó a establecerse temporal o permanentemente en Francia. Es un trabajo de memoria de una parte de la inmigración china, estos retratos son una ocasión para buscar una doble mirada, hacia su propio país y hacía el país anfitrión. Me parece adecuado proponer a través de estos retratos una visión particular de sus recorridos individuales, recorridos que se relacionan incuestionablemente con la historia de China y con los rápidos cambios que está experimentando la sociedad china.

El trabajo total consta de 50 fotografías y entrevistas. Cada retrato es mostrado en un lugar escogido por la persona fotografiada.

Las observaciones sobre las fotografías y los resúmenes de las entrevistas muestran de una manera peculiar los resultados del encuentro de valores e identidades diferentes. Esta migración va acompañada por el aprendizaje diario de nuevos códigos culturales, el del individualismo, la ausencia de autoridad…

Ellos se llaman Di, Rong, Yun, son jóvenes chinos que han decidido venir a instalarse en París. Ellos vienen esencialmente de la parte oriental de China, pertenecen a la clase media urbana y a menudo han obtenido diplomas de educación superior. Se han beneficiado del crecimiento económico de China y representan una parte no despreciable de la inmigración china en Francia.

Generación llamada “del hijo único”, hombre o mujer, niños mimados que han gozado de las mismas prerrogativas: en ellos ha confiado su familia por sus capacidades y su voluntad de éxito que satisfará los anhelos familiares. La esperanza de una vida mejor y de un más amplio reconocimiento de sus competencias universitarias que los empuja a perfeccionarse con estudios en el extranjero. Optimizar la posición social en China es sinónimo de ir a Occidente. Se puede hablar de una migración económica “del saber”. En un país en el que los valores comunitarios y familiares constituyen los pilares de la sociedad, la inversión familiar en los niños, y sobre estos jóvenes en particular, tiene como corolario una fuerte presión de tener éxito, y así honrar su ascendencia.

Entre las mujeres esta voluntad de excelencia en la adquisición del saber y en el éxito social no tiende sólo a responder al gasto financiero y a responder a los códigos sociales, sino también a poder administrar la libertad que conlleva este éxito: ser independiente para ganar dinero, y ganar dinero para ser independiente.

Estas trayectorias migratorias son a menudo comparables: un aprendizaje de tres meses de la lengua francesa antes del examen para validar estos conocimientos, examen obligatorio para obtener una visa, búsqueda por medio de una “agencia” de la universidad o de la escuela susceptible de otorgarles el estatuto de estudiante. El alojamiento es buscado también por medio la misma agencia.

Finalmente, viene el gran salto y la llegada a Francia donde la inmigración china está localizada principalmente en París y en la región parisina. Esta inmigración está acompañada por un sentimiento de soledad marcado por el aislamiento ligado a las dificultades lingüísticas, pero también por el aprendizaje de nuevos códigos culturales: pone en cuestión el individualismo, sorprende la ausencia de autoridad…

© Cédric Spilthooren