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La primera cuestión debe ser siempre:
¿Quién está usando esta fotografía y para qué?

Mucho se ha hablado y escrito sobre el efecto que Internet está teniendo sobre la entretención y sobre el arte. Especialmente sobre la música, el cine y en menor medida la literatura. La discusión se ha centrado en la reproducción de contenidos, lo que la ha llevado al tema de los derechos de autor.


La discusión en relación a la fotografía se sitúa en un plano diferente, en el de los significados que es en suma el de la autoridad. Para entender esta afirmación señalamos que partimos del supuesto que el significado de la producción artística y su valor es fijado por una red de autoridades, teniendo cada actividad sus propias redes (galerías, museos, editoriales, agencias, premios, críticos etc.). Es decir que, en el caso de la fotografía, las imágenes aportan poco para encontrar su significado. El significado es inducido.


Los medios de reproducción asociados a la digitalización han minado las autoridades tradicionales, las imágenes se encuentran fácilmente, son a menudo gratis, son efímeras. Hay una multiplicación de imágenes que se encuentran fácilmente, que impactan a veces no más que por un par de segundos y que son puestas a disposición gracias a dispositivos al alcance de todos: teléfonos móviles, ordenadores, cámaras digitales etc.


Ya no es fácil ejercer un control institucional sobre las imágenes cuando hay tantos fotógrafos mostrando sus fotos por diferentes medios. La existencia de estos medios es la mejor defensa contra el control monopólico de los significados y valores de la fotografía. Aun cuando las instituciones tradicionales presionen por mantener su dominación y subordinación a las necesidades de la industria cultural por medio de presiones económicas y sociales.