¿Palabras o imágenes?

   © Guillermo Labarca

Las series de televisión y las películas han desplazado a los libros; las fotos y videos son material indispensable en cualquier reportaje periodístico; ya no son los argumentos los que convencen son las imágenes y gestos de quien habla quienes transmiten el mensaje; se han acabado los lectores de libros en el metro siendo estos reemplazados por los que juegan con sus teléfonos. Parafraseando lo que alguna ocasión hemos dicho que “no hay belleza sin palabras” habría que decir que hoy no hay arte sin imágenes, como tampoco hay mensajes políticos, denuncias, críticas o sugerencias de una vida mejor sin recurrir a fotografías, videos, dibujos, instalaciones de arte o performances.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué hoy día las imágenes ocupan un papel tan importante? En primer lugar porque eso es posible gracias a la tecnología, cualquiera puede producir imágenes, para ello ya no es necesario saber dibujar, pintar o tomar fotos, ni siquiera es necesario estar inspirado o tener algo que decir. En segundo lugar es más fácil “leer” una imagen que un texto, mirar una instalación que seguir un argumento, facilitado por el hecho que si no se capta el contenido de una imagen no deja al espectador con un desagradable sentimiento de inferioridad que si deja un texto de imposible comprensión.

Pero quizás lo más relevante es que las imágenes mienten de diferente manera que los textos. Una afirmación en un discurso político o en una entrevista se supone que es verdadera, que se ajusta y corresponde con hechos eventualmente comprobables, por eso es verdadera. Incluso en obras de ficción se demanda que el relato sea plausible, que es lo más cercano a la verdad que tiene una historia. El desencanto con la palabra viene que muchos políticos, reporteros, profesionales de la palabra como abogados, economistas, escritores, críticos han prescindido de los hechos en sus discursos, dejándonos una gran desconfianza. Las imágenes, en cambio mienten de una manera diferente pero sus mentiras no importan, porque sabemos lo que son y no les exigimos esa correspondencia que es tan importante en las palabras. Sabemos que son construcciones y su punto de partida está en ellas mismas y no en una realidad anterior. Sabemos que las fotos son manipuladas en el cuarto oscuro o con Photoshop, incluso las fotos que ilustran reportajes son seleccionadas, encuadradas, desenfocadas parcialmente para obtener efectos determinados; los dibujos y pinturas son confeccionados por el artista que se toma las libertades que quiere; las instalaciones aluden simbólica o metafóricamente a la realidad enfatizando lo que el artista quiere percibir y transmitir. Sabemos todo eso y por ello no desconfiamos.

¿Estamos al final de una cultura basada en la palabra, vigente desde que hemos sido regidos por “el libro revelado” para pasar a una cultura basada en la imagen? Difícil saberlo, pero si sabemos que quisiéramos que las palabras volvieran a ser verdaderas.