Fotografía, concepto y tiempo

   © Guillermo Labarca y Eduardo Ruigómez

Este es un número en el que las ideas están muy presentes, especialmente la idea del tiempo. Los cuatro autores se enfrentan con el tiempo de distinta manera: Eduardo Ruigómez lo hace desde el concepto de utopía desarrollando un viaje de éxodo que va de la ilusión a la desesperanza. A John Bulmer, quien no está interesado en hacer arte sino foto periodismo, el tiempo lo traiciona haciendo de su reportaje una obra de arte: las imágenes de la Inglaterra del norte de los años sesenta adquieren años después valores universales que trascienden el instante en que fueron tomadas sin perder su valor informativo. José Quintanilla sale en busca del paso del tiempo, el recuerdo y la belleza que aprecia en el campo con el que tiene una comunicación muy intensa, todo ello impregnado de nostalgia, que es la esencia del devenir, como lo ha revelado anteriormente en otro trabajo suyo publicado en esta revista. Felice Beato nos desplaza al Japón del siglo XIX cuando el mundo no era global y las imágenes escasas, contribuyendo ahora, más de un siglo después, a que incorporemos la cultura japonesa de esa época a la historia universal.

Estos trabajos nos muestran que ver es también una cuestión de tiempo. No vemos lo mismo hoy que tiempo atrás, aunque estemos mirando las mismas fotos, ni veremos lo mismo mañana cuando la ilusión haya pasado.

John Berger abría su libro Way of Seeing de forma rotunda: “Ver llega antes que las palabras. Los niños ven y reconocen antes que hablar”. Si fuéramos capaces de ver antes que hablar la visión sería más ágil para elegir, reconocer, asumir y conceptualizar. Tendríamos la capacidad de avanzar con la mirada al tiempo que acotar lo que acontece a nuestro alrededor. Porque no sólo veríamos lo que nos rodea, sino que identificaríamos al instante lo que sucede y significa. Sin embargo hay un supuesto que no siempre se cumple, “si fuéramos niños”….el tiempo ya pasó por encima nuestro y cambió incluso nuestras percepciones.

La fotografía abre espacios de visión cuando nos invita continuamente a revelar nuevos campos imaginables. El mundo se asoma a través de la exploración que surge nada más acercarnos a la mirilla de la cámara. Enseguida surgen espacios azuzados por nuestra fantasía. Basta pensar en la batería de imágenes que nos asaltan en el espacio de cualquier ciudad, un paseante, una valla publicitaria, una mirada, una manifestación, una discusión… las opciones son numerosas. La avalancha es infinita. Podemos elegir y así lo hacemos. Detrás de ese ejercicio, espontáneo o razonado, asumimos qué organizamos un espacio y un concepto que acotan el objetivo que nos ha atraído la atención.