¿Por qué aún seguimos en la penumbra?

© Eduardo Ruigómez

¡Las personas decentes llevan normalmente su sombra consigo cuando van bajo el sol!
(Adelbert von Chamisso)

Ξ En el editorial del número anterior (ver nº 24) se reflejaba el impacto del Romanticismo en la historia del arte, y cómo afecta a los artistas en la forma de afrontar su trabajo. Quedan atrás los cánones del Renacimiento, cuando en pleno siglo XVI la Belleza y la Armonía son los conceptos que lideran la senda de la creatividad. Es entonces cuando surge la temprana investigación por el espacio creado en el claroscuro, las luces y las sombras en concordia.

Con el siglo XIX se rompe esa trayectoria de claridad y frescura, difícil de recuperar en adelante. Son tiempos de evolución, en ciencia, economía, filosofía; de revoluciones industriales, burguesas, así como del arte por el arte. Casi dos siglos después la verdad renacentista se resigna a sucumbir en los sótanos sombríos del olvido.

Con la llegada del Impresionismo surgen las vanguardias. Los impresionistas se amparan en las sombras que la técnica fotográfica les proporciona, permitiéndoles captar imágenes en el campo que luego reflejarán al óleo en sus estudios... Y las sombras, negras con más o menos intensidad, dejan de ser sombras pasando a adoptar la presencia de un reflejo nebuloso, luciente y teñido de tintes afines a las formas reflectantes de las que surgen.

En el ámbito de la fotografía, la luz y la sombra adquieren una dimensión fundamental. Y especialmente en el caso de las imágenes en blanco y negro: a menos información (color), la percepción se nutre en mayor medida de nuestra imaginación, enriqueciendo la visión de la imagen hasta alcanzar superiores niveles de interpretación, una versatilidad de la luz que puede alcanzar claroscuros sublimes.

Si especulamos con lo que hubiese ocurrido si el Romanticismo nunca llegase a aparecer en escena, posiblemente la consecuencia de ello descartaría el nacimiento del Impresionismo décadas después. Pero como en este supuesto nunca conoceremos las alteraciones que pudieran haberse manifestado, mejor no especular y volver a la realidad de la historia. Pensemos que el reinado adormecido de la luz aguarda la venida de nuevos tiempos de esplendor, dejando a las penumbras un tiempo de descanso que nos alejen de las brumas de la ciénaga alborotada.

Ξ La sombra se mueve con ligereza y es capaz de contorsionarse con modales ágiles para proyectar formas fantásticas. A diferencia de la figura, sujeta a un contrato leonino con la materia que la soporta hasta la inmortalidad, la sombra es juguetona, caprichosa, rebelde. Compañera de viaje infalible, la sombra solo teme a la noche, cosa que dice mucho a su favor. La sombra complementa la riqueza de la luz, que brilla por sí sóla e imprime esplendor a todo lo que toca.

Las telarañas de la imaginación comienzan cuando abrimos los ojos y miramos lo que nos rodea sin entender el significado del espacio que envuelve nuestras emociones en cuanto que desvelan los sueños que arratramos y producen los estímulos de la creatividad, una sombra densa que Odilon Redon remite a los caladeros de lo inconsciente.