Trofeos subjetivos

Fotos y textos: © Pierre Abensur

  • Los trofeos de caza pueden ser considerados como signos visibles de poder, adoración totémica, exhumación de culpa reprimida o la materialización significativa de un amor paradójico. El mimetismo que se percibe entre la cabeza de un animal derribado y su cazador recuerda a la teoría de Nietzche sobre la complicidad inconsciente entre víctima y verdugo.

    Lejos de un supuesto acto unilateral, matar podría ser un acuerdo tácito entre un depredador y su presa, unidos en un ciclo natural de perpetuación de la especie. Los cazadores tradicionales africanos hablan de un animal místico y rituales esotéricos preceden y cierran la caza. El trofeo, como la falsa resurrección de un animal muerto que se usa como adorno, puede ser visto como un homenaje a la naturaleza y la divinidad, o como el deseo humano de sustituir a Dios.

    En realidad la caza es presentada como patrimonio y fue sujeta a consideraciones primitivas para adquirir mayor creatividad. La belleza de la gesta y la fisionomía del animal reemplazan el aspecto nutritivo. Como recompensa, el trofeo está libre de cualquier dimensión colectiva. Fuera de competición. Su valor se oculta detrás de su historia y su belleza brilla, sobre todo, en los ojos del cazador.

    El elemento fundamental de este enfoque incluye la perspectiva de nociones contradictorias sobre algunos planes técnicos o narrativos.

    Al igual que matar… con amor.

    Pierre Abensur