Fotografías de la mirada de Huidobro

© Manuel Bayo

La escritura es la forma natural de hacer una crónica, es nuestra herramienta favorita de opinión: a menudo, antes que con los actos opinamos con la palabra. La palabra se creó y evolucionó no para expresarse a sí misma, sino para hablar de otras cosas, para describir, definir, fantasear, poetizar, comunicar, también para informar o desinformar y manipular. La palabra es, esencialmente, una forma de representación de algo: utiliza metáforas, analogías, silogismos, adivinanzas, descripciones lineales o plagadas de dimensiones, exageraciones, simplificaciones; es deliberadamente fría o apasionada, directa e incisiva o amiga del circunloquio, mentirosa o sincera; es un esquema, una representación, matemática flexible e imaginativa, rica para expresarse la mayor de las veces aunque tremendamente pobre y escasa de recursos en ocasiones. La palabra se creó para decir, contar, juzgar, valorar.

¿Cómo superar a la palabra, que es seguramente nuestra creación más característicamente humana, que nos ha convertido en lo que somos, que nos ayuda a diferenciarnos como individuos, en su capacidad para expresar opinión, precisamente aquello que mejor refleja nuestra naturaleza introspectiva, la profundidad de cada ser humano? La escritura es inmejorable cronista, la crónica apenas podemos disociarla de la palabra. Un hecho, un acto, un discurso, una imagen hermosa o terrible genera tantas reacciones como espectadores tiene y la palabra es nuestro vehículo mejor creado para expresar estas reacciones, trasmitirlas, compartirlas, debatirlas. Un solo hecho puede generar, con enorme facilidad, tantas opiniones, tantas reacciones escritas como personas encuentre con la voluntad de escribirlas. Una imagen, una forma, un volumen, natural o creado, puede ser descrito, valorado, criticado, puede inspirar cualquier tipo de reacción y esta reacción ser expresada de mil formas distintas por mil cronistas distintos. Y una palabra escrita, un texto, un poema ¿pueden ser opinados mediante mil imágenes distintas que reflejen mil formas distintas de entenderlo? ¡Claro que puede!

Construir una crónica no escrita, sino visual, compuesta de crónicas de veinticinco cronistas visuales sobre un mismo texto, sobre un poema de Vicente Huidobro: múltiples imágenes que configuren un mapa diverso y dispar, expresión visual múltiple y heterogénea, de un texto sin duda hermoso, plástico, que resume de manera magistral la manera en que las Fuerzas naturales ─que así se llama el poema─ despiertan la ingenua curiosidad del hombre que, limitado, intenta comprenderlas. Hacer una aproximación igualmente ingenua, irrespetuosa y desvergonzada por aventurada a la crónica inversa, una crónica de la palabra a través de la imagen fotográfica; la crónica a un maestro de la palabra de vanguardia realizada por unos seguidores del lenguaje de la imagen fotográfica: el texto poético de un poeta sobre diez miradas mirado por veinticinco fotógrafos que lo desmenuzan en sesenta y una imágenes, que apenas están unidas entre sí por el simbolismo mágico de esos diez versos breves: la crónica es, esta vez, la imagen que interpreta y opina sobre un texto: el texto se vuelve forma y la fotografía, crónica.

Esto es lo que 1:1 se ha propuesto en este su número 16, rescatando y actualizando un proyecto desarrollado hace ya algunos años como un juego entre amigos: convertir en cronistas involuntarios de este poema de Huidobro a veinticinco amigos fotógrafos, la mayor parte de los cuáles se encontraron con su crónica hecha sin saberlo: o mejor dicho, con que su fotografía compartida había sido utilizada por otros ─por nosotros─, sin su conocimiento previo, para dar sentido visual a un verso. Un ejercicio de búsqueda de coincidencias visuales entre la palabra y la imagen previamente compuestas que nos ayuda a crear un nuevo poema visual magistralmente descrito y enlazado por el enorme poeta chileno. ¡Que lo disfruten!